22 / Plásticos Nº 308
/ SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2013
De conservar reservas y no perderlas más, el PBI no puede crecer-
.Hasta no llevar el precio del tipo de cambio a un valor que permita
dar vuelta esta historia, seguirá el actual esquema; parte del dilema de
hierro.
¿Cuál es la espada de Damocles?: si se financia crecimiento entre-
gando reservas, a medida que éstas se pierden aumenta la expecta-
tiva de devaluación. Si el Banco Central pierde reservas, el día que
desaparezcan otro será el precio del dólar. Y eso presiona sobre la
brecha cambiaria, sobre la tasa de inflación y sobre las expectativas
de devaluación.Hoy el gobierno emite al 25% o 30% anual, y se
banca la demanda de dinero. Por distintas razones, sea por el cepo
cambiario, porque as empresas no pueden comprar dólares o no
pueden girar utilidades, o porque hay un poco más de economía en
negro que opera en pesos y fuera de los bancos, o por otros facto-
res, parte de los pesos que se emiten van a la brecha. La tasa de in-
flación es alta (25 o 30% anual) pero no se está espiralizando. La de-
manda de dinero está contenida, El peligro es que un día se diga
basta. Eso está latente y no lo maneja la política económica sino
la expectativa de la gente.Si se desploma la demanda de dinero,
aunque la emisión sea cero se cae en la alta inflación o en la hipe-
rinflación. Da lo mismo no emitir o que la gente no quiera más te-
ner pesos.
La otra cuestión es que haya finalmente un default porque la Cor-
te Suprema de Estados Unidos no tome el caso argentino o porque lo
tome y falle en contra.Lo cierto es que éste es el escenario. ¿Y enton-
ces? Un viejo profesor de economía planteaba que entre un adivino y
un economista la posibilidad de acertar es exactamente la misma. La
única diferencia es que el economista cuenta con su método, mientras
que en el caso del adivino se trata de una cuestión de fe.La anécdota
es sólo para decir que, en realidad, no sabemos qué va a ocurrir. Nos
movemos en un contexto de incertidumbres; no se decide sobre cer-
tezas. Pero siempre hemos tomado decisiones en climas de incerti-
dumbres.
En el ciclo de gobierno 2011-2013 el error fue pensar que iban a
pasar cosas que no pasaron. Qué hacer entonces dado que no sabe-
mos qué pasará aunque somos conscientes acerca de un tema clave:
ningún oficialismo sobrevivió a un cambio negativo en el escenario
global, si bien puede no pasar. Si las señales que provienen del esce-
nario global y local consolidan la percepción de que hay un fin de
ciclo, la situación se torna muy difícil.
Está claro que nos encaminamos a una transición política. Puede ser
administrada, es decir, a través de negociaciones dentro del peronis-
mo y la presidenta seguramente operando con los supuestos suceso-
res dentro del Partido Justicialista; o puede ser una transición desorde-
nada, sea porque no haya negociación o porque los términos de la
misma no sean aceptados por la sociedad.Mientras tanto podrían in-
tentar “estirar” el modelo con desdoblamiento cambiario, explícito o
implícito; algunas bajas de subsidios; inventos en materia de “compe-
titividad”, etc. La buena noticia es que el fin de ciclo le pone un ancla
a las expectativas de largo plazo. ¿Cuál es el dato?: la inflación no dis-
minuye y el tipo de cambio nominal tampoco. Escenario más proba-
ble: devaluación oficial en línea con la inflación “verdadera”.
Debilidad política
No saber cuál es el tipo de cambio genera un serio problema, por-
que los diversos comportamientos agravan la situación. Si vendo al ex-
terior mi negocio es demorar la exportación lo máximo posible, por-
que me gano la devaluación frente a una tasa de interés por debajo
de la devaluación. De ser un importador ocurre a la inversa: cuanto
antes compre más barata será la importación si la expectativa es que
el tipo de cambio suba.Por eso el gobierno aprieta a los exportadores
y raciona a los importadores. Crea incentivos por un lado para después
tratar de evitarlos por el otro. Es como pegarle a alguien con un palo
en la cabeza y luego darle una aspirina para que se le pase el dolor.
Por lo tanto, si yo tuviera que prepararme, poniéndome en lugar de
los empresarios, me dispondría para dos años de una transición desor-
denada, con los valores de equilibrio todos sobrepasados, en especial
el tipo de cambio.¿Y por qué no poder imaginar un escenario diferen-
te?: sólo podría ser diferente si cambia el ciclo internacional. Pero es
baja la probabilidad de un cambio bueno. Podría cambiar de registrar-
se una cosecha extraordinaria de soja a un precio espectacular, plan-
teo en el que hay una trampa; porque si la cosecha fuese extraordina-
ria el precio nunca podría ser espectacular.
Sin embargo, imaginemos que por una sequía importante en el res-
to del mundo sea posible: no es el escenario más probable.Podría ser
distinto de haber superávit fiscal, o que el Banco Central ya no finan-
cie el déficit. También es difícil que ocurra.Podrían bajar un poco los
subsidios y entonces aminorar el déficit fiscal, eso sí, pero no cambia-
ría mucho el escenario. Podríamos tener un shock externo que gene-
re más reservas, o disponerse de crédito internacional que, de pron-
to, se ofreciera al país y entonces endeudarse en lugar de desendeu-
darse: poco probable.
Reitero, no soy un adivino, cuento el método. Y dado el método,
me resulta difícil imaginar un escenario donde la situación mejore.
Me resulta más fácil pensar un escenario de empeoramiento. Nunca
un ciclo económico adverso conviviendo con la debilidad política de
un gobierno dio buenos resultados, y vamos a tener un gobierno
más débil. ¿Cuánto más?: dependerá de negociaciones, de la oposi-
ción, de otras variables, pero no hay duda que será más débil. Y un
gobierno debilitado gestionando en un contexto económico interna-
cional adverso y en condiciones locales limitadas, genera un cóctel
realmente complicado.
ECONOMIA
P